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EDWARD BACH - Extractos de sus libros

Actualizado: 29 abr 2022

"Cúrate a ti mismo" (1931)

. . .

La enfermedad nunca será curada o erradicada por los métodos materialistas actuales, por la sencilla razón de que la enfermedad en su origen no es material. Lo que conocemos como enfermedad es el resultado final producido en el cuerpo, el producto final de fuerzas de acción profundas y prolongadas y, aunque el tratamiento material por sí sólo fuese aparentemente exitoso, esto no sería más que un alivio temporal a menos que se eliminase la causa real. La tendencia moderna de la ciencia médica, al malinterpretar la verdadera naturaleza de la enfermedad y concentrarla en términos materialistas en el cuerpo físico, ha aumentado enormemente su poder, en primer lugar al distraer los pensamientos de las personas de su verdadero origen y, por lo tanto, del método efectivo de ataque y en segundo lugar, al localizarlo en el cuerpo, oscureciendo así la verdadera esperanza de recuperación y generando un poderoso complejo de miedo, que nunca debería de haber existido. . . .

La enfermedad es, en esencia, el resultado del conflicto entre


el Alma y la Mente, y nunca será erradicada, excepto por el esfuerzo espiritual y mental.


Ningún esfuerzo dirigido al cuerpo por sí sólo puede hacer más que reparar el daño superficialmente y en esto no hay cura, ya que la causa aún está operativa y en cualquier momento puede demostrar su presencia en otra forma. De hecho, en muchos casos, una recuperación aparente puede resultar perjudicial, ya que le oculta al paciente la verdadera causa de su problema y, con la satisfacción de la salud aparentemente recuperada, puede que el factor real, al pasar inadvertido, se fortalezca. Es cuando nuestras personalidades se desvían del camino trazado por el Alma, ya sea por nuestros propios deseos mundanos o por la persuasión de los demás,


que surge un conflicto. Este conflicto es la causa raíz de la enfermedad y la infelicidad. . . . El luchar contra un defecto aumenta su poder, mantiene nuestra atención fija en su presencia y nos induce, en realidad, a la batalla y por tanto, el mayor éxito que podríamos esperar sería el de su conquista por represión, que lejos está de ser satisfactoria, ya que el enemigo aún reside en nosotros y puede, en un momento de debilidad, mostrarse de nuevo. La verdadera victoria radica en olvidar el defecto y esforzarse conscientemente en desarrollar la virtud que haría imposible su aparición.


Libérate a ti mismo (1932)


. . . Éstas son las verdaderas causas de la enfermedad y son tales como: CONTROL, MIEDO, INQUIETUD, INDECISIÓN, INDIFERENCIA, DEBILIDAD, DUDA, EXCESO DE ENTUSIASMO, IGNORANCIA, IMPACIENCIA, TERROR, DUELO.

Éstas, si lo permitimos, se reflejarán en el cuerpo causando lo que llamamos enfermedad.

Al no entender las causas reales, atribuimos la falta de armonía a las influencias externas, a los gérmenes, al frío y al calor, poniéndole nombre a los resultados: la artritis, el cáncer, el asma, etc.: pensando que la enfermedad empieza en el cuerpo físico.

. . .

La verdadera naturaleza de la enfermedad.

En la verdadera curación la Naturaleza y el nombre de la enfermedad física no son de consecuencia alguna. La enfermedad del cuerpo en sí no es más que el resultado de la falta de armonía entre el alma y la mente.

Es sólo un síntoma de la causa y, como la misma causa se manifiesta de manera distinta en casi todos los individuos, procuremos eliminar esta causa y los resultados posteriores, cualesquiera que sean, desaparecerán automáticamente.

Podemos entender esto con mayor claridad tomando como ejemplo el suicidio.

Todos los suicidas no se ahogan. Algunos se lanzan desde lo alto, otros toman veneno, pero detrás de todo ello está la desesperación.

Ayudadles a superar su desesperación y a encontrar a alguien o algo por lo que vivir y se curarán de forma permanente. Quitándoles simplemente el veneno sólo les protegerá momentáneamente, podrán volver a intentarlo más tarde.

El miedo también reacciona sobre las personas de manera completamente distintas: algunos palidecen, otros se ruborizan, otros se ponen histéricos y otros se quedan mudos.

Explicadles el miedo, demostradles que son lo suficientemente grandes como para superar y enfrentar cualquier cosa, entonces nada les podrá atemorizar de nuevo.

Al niño no le van a importar las sombras en la pared si se le da la vela y se le muestra cómo hacer que bailen de arriba a abajo.

Hemos culpado durante mucho tiempo al germen, al clima, a los alimentos que comemos, como los causantes de la enfermedad; pero muchos de nosotros somos inmunes a una epidemia de gripe; muchos aman el regocijo del viento frío y muchos pueden comer queso y beber café negro tarde por la noche sin efectos nocivos.

Nada en la Naturaleza puede hacernos daño cuando somos felices y estamos en armonía, por el contrario, toda la Naturaleza está ahí para nuestro uso y disfrute.

Sólo cuando permitimos que la duda y la depresión, la indecisión o el miedo fluyan es que somos susceptibles a las influencias externas.

Es, por lo tanto, la verdadera causa detrás de la enfermedad la que será de la mayor importancia; el estado mental del propio paciente no la condición de su cuerpo.

Cualquier enfermedad, no obstante la gravedad, no obstante su persistencia, se curará al restablecer la felicidad del paciente y el deseo de proseguir con su trabajo en la vida.

Con frecuencia se trata sólo de una ligera alteración en su modo de vida, alguna pequeña idea fija que le está haciendo intolerante con los demás, algún pequeño sentido equivocado de la responsabilidad que le mantiene esclavizado, cuando en realidad podría estar realizando tan buen trabajo.

Hay siete hermosas etapas en la curación de la enfermedad, éstas son:

PAZ, ESPERANZA, ALEGRÍA, FE, CERTEZA, SABIDURÍA, AMOR.


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